Años de preparativos, expectativa, escándalos y polémica llegan a su culminación cuando los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro sean inaugurados hoy en el estadio Maracaná.
Los primeros Juegos Olímpicos en Sudamérica finalmente quedarán inaugurados con una ceremonia en el mismo estadio que albergó la final de la Copa del Mundo hace dos años. Ese torneo también fue precedido por retrasos en las obras, temor por manifestaciones y todo tipo de pronósticos pesimistas, y terminó siendo una fiesta de un mes, incluso a pesar de la humillación del país anfitrión en las semifinales.
Las sedes están listas desde hace semanas y, a pesar de algunas quejas iniciales por desperfectos en la villa olímpica, las delegaciones llegaron en los últimos días y en general quedaron satisfechas con los preparativos.
Todavía se desconoce quién encenderá el pebetero, aunque Pelé deslizó que le ofrecieron participar del acto y sería una elección lógica. Después de la ceremonia, la llama será movida a la renovada zona portuaria ya que el Maracaná sólo será utilizado para las instancias finales del fútbol. El Estadio Olímpico, también conocido como el Joao Havelange, será el escenario de las pruebas de atletismo que usualmente son el pulso de los Juegos.
En total, unos 10,500 deportistas competirán en 28 deportes, incluyendo a leyendas como Michael Phelps y Usain Bolt, que disputan sus últimos Juegos con la esperanza de embolsar más medallas a sus colecciones de oro.
Los competidores de las pruebas náuticas pondrán a prueba las aguas de la Bahía de Guanabara y la Laguna Rodrigo de Freitas, cuyas aguas están altamente contaminadas con materia fecal.
Más allá de algunos incidentes durante el relevo de la antorcha, hasta ahora no se han producido manifestaciones masivas en contra de los Juegos, aunque los brasileños, y especialmente los cariocas, empezarán a sentir la resaca de la cuenta de unos 12,000 millones de dólares que tendrán que pagar tan pronto el COI empaque las maletas y enfile hacia Tokio, la sede de 2020.
El temor por el brote del virus del zika también parece haber pasado a un segundo plano, y más allá de los omnipresentes frascos de repelente, los deportistas, funcionarios y visitantes parecen más preocupados por disfrutar la fiesta que se avecina.
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