Tres semanas y media después de apagarse la llama olímpica en el pebetero de Río, el fuego paralímpico toma el relevo desde el miércoles 7 hasta el 18 de septiembre, de ahí que hoy Google dedique su doodle de portada del navegador al acontecimiento, tal y como hizo con los olímpicos.
Serán más de 4.500 deportistas con minusvalía física de 176 países los que competirán en las 22 disciplinas de los decimoterceros Juegos Paralímpicos de verano, con el viento de cara: un dudoso apoyo popular, las gradas semivacías (apenas 1,4 millones de entradas vendidas de 2,5 millones), una reducción drástica del presupuesto y un clima de liquidación por cierre en Río.
Un panorama poco halagüeño que, sin embargo, no desanima a los deportistas ante su gran cita internacional. Como tampoco les mina la moral el patio que se han encontrado en Río: “Los servicios de limpieza de la villa olímpica están regular. Si se rompe algo, tardan una barbaridad en arreglarlo, en el comedor hay poca abundancia de comida, el transporte público es caótico, hay inseguridad... ¡Incluso han robado a compañeros en las habitaciones de la villa! Estoy un poco flipado con esto”, explica desde Río el atleta Santiago Sanz, que participará en los 1.500 metros, en sus cuartos Juegos, después de perderse los de Londres 2012.
Santiago, alicantino de Albatera de 35 años, simboliza la resistencia y la persistencia del deportista con discapacidad en España, peleando por ser profesional, por ser tomado en serio por patrocinadores, administraciones y medios. Postrado en silla de ruedas desde los 13 años por una enfermedad neurológica degenerativa (de Charcot Marie Tooth, que afecta a una de cada 2.500 personas), Santi nunca dejó de practicar deporte. Empezó haciendo ciclismo en una bici convencional, y al dejar de andar se pasó al atletismo en silla de ruedas, en 1996.
Hoy, después de 13 años de profesional, Sanz es uno de los últimos mohicanos de la especialidad. “En España no llegamos a una decena de atletas en silla de ruedas; en Río sólo somos dos. Estamos condenados a desaparecer, en Tokio 2020 quizás ya no habrá ninguno”, pronostica el alicantino, que es licenciado en Educación Física y ejerce de fisiólogo deportivo. Santi apunta al origen del problema: no hay medios ni infraestructuras. “No existe un organismo estatal que desarrolle el deporte de base (discapacitado), que depende de las federaciones españolas y las comunidades. Y tampoco hay un programa de tecnificación, de optimización del rendimiento en atletismo, ni un plan de alto rendimiento para captar futuros deportistas... Ahora cada uno va por su cuenta”. Y el coste del material no ayuda: una silla de ruedas de atletismo va de 2.500 euros (para niño) a los 5.000 (adulto), las prótesis se disparan a los 10.000...
“O se coge desde ya o este deporte va a desaparecer”, vaticina Santi. “Es necesario que se haga un proyecto de fomento que dé sus frutos en 8-10 años, porque los atletas actuales nos hacemos mayores. No hay niños que practiquen atletismo (discapacitado)”, explica Sanz, sin utilizar el calificativo. “Somos atletas iguales, con los mismos problemas”, señala con firmeza, en su pretensión de normalización de los deportistas con discapacidad.
De hecho, Santiago Sanz ya anticipa su adiós. Los de Río serán sus últimos Juegos, después de colgarse cuatro medallas en Sydney y Atenas en 800, 1.500 y 5.000 (2). Ahora vuelve al 1.500 m, ya que su especialidad, el maratón, cayó del programa paralímpico, lo que le dejó fuera de Londres y de las becas ADOP. “Dejo el atletismo profesional después del medio maratón de Lisboa y el maratón de Oita (Japón) a finales de octubre; me quiero dedicar a otro proyecto laboral: he empezado a entrenar a runners, también con altletas en silla de ruedas, quiero que sea inclusivo; yo me entrenaba con runners”, cuenta el hombre.
Culo de mal asiento, Santi tiene en mente dedicarse a la investigación en la fisiología del ejercicio, rama del entrenamiento en altitud, e impartir clases en la universidad después de doctorarse en Fisiología Deportiva. Además de escribir un libro con fines solidarios, de dedicarse a sus hijas, Ana y Daniela, de seguir escribiendo un blog, y seguir ayudando a atletas discapacitados donando sus sillas de ruedas en Centroamérica... “Esto es una carrera de fondo”, suspira desde Río.
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